Marisol Moreno

Escribo cuando puedo. A ratos. Ya sin hábito. Soy una máquina de hacer hábitos y de deshacerlos. Quizás sea una máquina escacharrada. Una máquina de escribir, no creo. Sería más bien un 386 obsoleto, como mi primer ordenador. Lo compré sin sistema operativo y así estuvo meses, hasta que por fin, encontré a un chico muy amable y muy listo que “me arregló el ordenador” y con él sigo. No, con el 386, sino con el chico, que ya no es un chico, sino un hombre, hecho y derecho, más listo y más amable no puede ser.

Cuando sigo el hábito de la escritura, soy feliz. Ahí me siento más yo y al mismo tiempo, desaparezco. Me convierto en otra persona, en una gaviota, en una hormiga. Siento el mar, siento las olas. La savia corre por mis venas.

Escribo cuando puedo. A ratos. Ya sin hábito. De vez en cuando, unos amigos poetas y cuentistas, nueve de los diez mandamientos, me rescatan y me dan otra oportunidad, una vez y otra. Y yo comienzo a respirar al picar el anzuelo de la fantasía y del juego. Muchas gracias por esta oportunidad, otra vez.

Subir ↑